Chile no puede resignarse a un sistema que entrega menor calidad a quienes más lo necesitan. Las trayectorias educativas -desde sala cuna hasta la educación de adultos- están hoy llenas de quiebres: desvinculación, inasistencia y mal clima escolar.
En 2024, se registraron 47.509 estudiantes desvinculados del sistema escolar; en educación parvularia la asistencia promedio bordeó el 76%, muy por debajo de lo necesario para que la experiencia pedagógica rinda frutos, y en convivencia, los reportes más recientes muestran alzas de denuncias con una alta concentración de incidentes en enseñanza media.
Estas son señales de alerta de un sistema que pierde a sus estudiantes antes de que aprendan lo esencial y los obliga a estar en un ambiente poco propicio para el desarrollo. Sumado a lo anterior, la Educación Técnico-Profesional -que concentra cerca de 38% de la matrícula en 3º y 4º medio y es puerta de entrada para miles de jóvenes de menores ingresos-, sigue operando con una débil articulación con la educación superior y el mundo del trabajo.
Por otra parte, el país también arrastra un problema de gestión y gobernanza. La red de Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) nació para garantizar calidad y equidad, pero hoy convive con déficits de capacidades, rezagos en mantenimiento e insuficiente rendición de cuentas. No podemos seguir discutiendo solo sobre cómo se administra; lo decisivo es para qué y con qué resultados.
Estamos convencidos de que la educación es lo único que genera movilidad social prolongada, por lo que los principales énfasis del próximo gobierno deben estar en:
1. Primera infancia como política País
Universalizar la educación inicial desde los 2 años, con expansión de cupos priorizando territorios con mayor pobreza infantil y baja oferta. La meta es subir progresivamente la asistencia efectiva (no solo matrícula). La educación parvularia requiere, además, equidad salarial y de carrera para sus equipos, estándares claros de calidad y trabajo sistemático con familias.
2. Convivencia escolar con un Plan Nacional de 3 partes
- Infraestructura digna: Reformar 2.700 establecimientos: baños dignos, patios activos y sombreados, comedores funcionales, iluminación y mobiliario que ordene la vida escolar. Las escuelas deben ser un espacio de unión y reunión seguro.
- Equipos psicosociales con foco en 7º básico-4º medio, articulados con salud mental comunitaria.
- Gestión basada en datos: tableros de asistencia, incidentes y clima por escuela; metas anuales; apoyo técnico y acompañamiento en aula.
3. Educación técnico profesional con valor agregado y motor para adaptación
La meta de contar con 100 liceos TP de alto desempeño en regiones, prácticas con estándares y articulación, debe ser la guía para mejorar la empleabilidad, salarios y trayectorias.
4. Re-vinculación escolar con financiamiento estable
Esto implica una Ley de Financiamiento del Reingreso. Una manera efectiva de combatir el rezago escolar son las tutorías con foco en Lenguaje y Matemática. Si no acortamos la brecha, nunca tendremos mejores resultados.
5. Gobernanza y cuentas claras
Debemos repensar los SLEP colocando el foco en la gestión y correcta implementación. No se trata de eliminarlos, sino de intervenirlos para una administración efectiva.
6. La conectividad debe ser un derecho habilitante
Todas las escuelas públicas deben contar con Internet de alta velocidad, con énfasis en la satelital. Esta será una manera efectiva de mantener escuelas abiertas y seguras que permitan a estudiantes y docentes adaptarse de mejor manera a los requerimientos actuales y futuros.
La promesa es simple y exigente: No dejemos a nadie atrás. Se trata de pasar de anuncios a metas verificables, de diagnósticos a gestión con datos, y de disputas administrativas a resultados en sala de clases: más asistencia, mejor convivencia, trayectorias continuas y estudiantes que aprenden lo que necesitan para vivir y trabajar con dignidad. Esa es la vara con la que deberíamos medir al próximo gobierno.




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