Lleve la moda, lleve la moda. Hoy en día, en toda LATAM, en el mundo de la derecha está de moda ser libertario. Presentan su modelo como la mejor opción a futuro. Y si van a seguir existiendo, esperemos que sí sea la ideología del futuro, porque en el presente no es más que un caos fatalista y distópico. Solo observemos a Argentina y cómo han llegado a la ruina en tan poco tiempo de implementar estas ideas con Milei como presidente.
Empero, los que promueven este pensamiento lo marketizan como una idea que nace casi como una tesis muy fundamentada. En Chile, los hermanos Kaiser son los principales rostros comerciales de este producto que nadie con estudios quiere comprar, pero que el conspiranoico terraplanista antivacunas adora. El think tank de extrema derecha “Fundación Para el Progreso” (FPP), dirigido por Axel Kaiser, presenta cursos y seminarios de “formación política” (que en realidad son, obviamente, formación libertaria) con esta mencionada -y mal llamada- “tesis”. Tienen una sección de libros que ellos consideran lectura “fundamental” para validar su bizarra hipótesis. Sin embargo, revisando en detalle todos y cada uno de ellos, nos damos cuenta que la conclusión a la que FPP llega no puede estar más alejada de lo que sus citados autores querían proponer. Revisemos en detalle estos textos.
Cuando Michael Oakeshott criticaba la “política del libro”, no estaba regalando patente de corso para dinamitar instituciones en nombre de un manual de autoayuda económica. Decía, más bien, que gobernar es un oficio prudente, un aprendizaje en la tradición, donde las reformas se ensayan con sentido histórico y sin delirios de laboratorio. A la luz de esa vara mínima, el libertarismo shockeado —el de decretos omnímodos, podas en masa y épica de cadenas motosierriles— es exactamente lo que Oakeshott llamaba racionalismo impaciente: ideología con capa de técnica.
Citemos ahora al autor que la FPP y los Kaiser suelen alzar como estandarte: F. A. Hayek. Ellos leen “menos Estado”; Hayek escribió Estado de Derecho. Reglas generales, públicas, estables y prospectivas; nada de privilegios a medida, nada de sorpresas discrecionales, nada de caprichos ejecutivos que reescriben la cancha entre gallos y medianoche. Su liberalismo serio defendía la igualdad ante la ley y un árbitro fuerte que pite falta a monopolios, carteles y capturas. Si uno toma en serio a Hayek (no al meme de Hayek), la conclusión es incómoda para los libertarios: se necesita más Estado en capacidad, no menos; más dientes en competencia y supervisión, no barra libre para el más fuerte. Pero claro, a Johannes la barra libre le gusta mucho, especialmente cinco minutos antes de una sesión en el Congreso.
Raymond Aron agregó otra vacuna: la higiene mental contra las religiones seculares. Cambie usted “revolución redentora” por “shock redentor” y verá el mismo mecanismo: una promesa teleológica que santifica cualquier costo presente con tal de alcanzar la pureza futura del mercado. Aron invita a medir regímenes por sus procedimientos y libertades efectivas, no por la poesía de sus proclamas. Cuando la épica sustituye a los contrapesos, la política deja de ser prosa democrática y se vuelve liturgia.
José Ortega y Gasset lo previó en otro registro: la hiperdemocracia plebiscitaria donde la voluntad inmediata arrasa las mediaciones. El libertarismo de marketing vive de esa adrenalina: “¡fuera burocracias, fuera intermediaciones, yo mando, yo decido, yo libero precios y punto!”. Pero sin prensa exigente, sin cuerpos intermedios, sin juicio experto y sin tiempo para deliberar, la vida pública se degrada en un reality de impulsos. Ortega pedía minorías exigentes en la cultura cívica; el atajo libertario las caricaturiza como “tecnócratas obstaculizadores”. Resultado: ruido, improvisación y, al final, más poder para el que llega al timón… justo lo que decían combatir. Curioso.
La objeción práctica más robusta viene de Elinor Ostrom. Quien haya leído El gobierno de los bienes comunes sabe que no hay panaceas: ni “todo mercado” ni “todo ministerio”. Lo que funciona es la gobernanza policéntrica: reglas ajustadas al contexto, vigilancia cercana, sanciones graduales y mecanismos baratos de resolución de conflictos. El libertarismo de tarima se salta este detalle crucial y cree que desregular es, por sí mismo, gobernar. Pero la realidad es testaruda: las pesquerías, los riegos, los bosques, los barrios y las plataformas requieren diseño institucional fino, no dogma a granel. Cuando el Estado abdica, no aparece la virtud: aparecen los vacíos, y los vacíos siempre los ocupa alguien.
Por su parte, Chandran Kukathas recuerda que la libertad decisiva es la de salir: abandonar una comunidad, un sindicato, una escuela, un barrio. Muy bien. ¿Y qué hace falta para que esa salida sea algo más que poesía? Capacidades reales: información, transporte, alternativas, un piso material que impida el chantaje de “te quedas o te hundes”. Ese piso —salud primaria robusta, educación pública exigente, redes de seguridad simples y universales— no lo produce el mercado solo, y sin él, la “salida” se convierte en privilegio del que puede pagar el picaporte. La consecuencia es obvia: un liberalismo que toma en serio la libertad de asociación necesita un Estado que la haga practicable.
De esta lectura honesta —no de propaganda— emerge una síntesis simple y, sí, más exigente: más Estado, más fuerte, pero en el lugar correcto. No un Leviatán planificador, sino un árbitro con casco y un arquitecto de entorno:
- Árbitro con casco significa reguladores con garras en competencia y finanzas; persecución real a colusiones, barreras de entrada y rentas de posición; reglas horizontales sin exenciones boutique; supervisión profesional, no repartija de cargos.
- Arquitecto de entorno significa infraestructura (logística, energía, datos), estándares (calidad, interoperabilidad, transparencia) y seguridad jurídica para que el capital privado juegue a largo plazo.
- Policentrismo ostromiano: descentralizar lo que conviene, pero con métricas, monitoreo y aprendizaje; co-diseñar reglas con usuarios antes de cortar a ciegas.
- Piso de libertad material: salud y educación públicas de calidad, e ingresos de última instancia simples y universales, para que la “salida” de Kukathas exista en serio.
- Cultura cívica: la educación política que pedían Oakeshott y Ortega; sin mediaciones y excelencia cívica, cualquier programa —libertario o estatista— degenera en eslóganes y arbitrios.
¿Y Milei, Kaiser y la FPP? Son la versión fast fashion de un liberalismo que, leído en serio, les queda grande. Hacen pasar por “libertad” lo que es concentración ejecutiva; por “competencia” lo que es desprotección del débil; por “modernización” lo que es desinstitucionalización. Copian a Hayek sin su constitucionalismo, invocan a Oakeshott sin su prudencia, ignoran a Aron, caricaturizan a Ortega, desconocen a Ostrom, y reducen a su propio Kukathas a un eslogan sin piso de salida. El resultado está a la vista: políticas de shock que confunden achicamiento con fortaleza y ruido con reformas. Reitero, que las fuentes de esta columna son esos autores y libros que ellos mismos mencionan como lectura fundamental de su pensamiento.
Lleve la moda, si quiere. Pero si hablamos de futuro, el único que vale es el que se construye con reglas generales firmes, Estado capaz, mercados de verdad (con árbitro, no con barra brava), comunidades que se auto-gobiernan con responsabilidad y ciudadanos con piso para elegir. Eso no es anti-empresa: es pro-empresa sin captura. Y eso, nos guste o no en la era del eslogan, requiere más Estado. No más gritos. Más Estado. Con dientes. Menos Kaisers. Menos incels que se creen políticos.
Bibliografía
Aron, Raymond (1955) El opio de los intelectuales. Página Indómita
Cavendish-Crawford, Grex (2025) Miente, que algo queda. Nuevo Ciclo
(2025) El algoritmo neofascista y el marketing de las emociones. Nuevo Ciclo
(2025) El actual ciclo en Latinoamérica. Nuevo Ciclo
Hayek, Friedrich A. (1960) Los fundamentos de la libertad. EpubLibre
(1979) Derecho, legislación y libertad. Union
Kukathas, Chandran (2021) El archipiélago liberal. Fundación Para el Progreso
Oakeshott, Michael (1951) Ser conservador y otros ensayos escépticos. Alianza
Ortega y Gasset, José (1930) La rebelión de las masas. Psikolibro
Ostrom, Elinor (1990) El gobierno de los bienes comunes. Universidad Nacional Autónoma de México



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