Mujeres cuidadoras y su futuro previsional
En Chile, miles de mujeres dedican gran parte de sus vidas al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado: criar hijos, realizar tareas domésticas o atender a familiares enfermos o mayores. Este rol, fundamental para la reproducción social, suele implicar sacrificar la participación laboral remunerada, con nefastas consecuencias previsionales. Al no cotizar regularmente en el sistema de pensiones, la mayoría de estas mujeres llegan a la tercera edad sin ahorros previsionales propios, dependiendo únicamente de pensiones básicas estatales. El resultado es una marcada vulnerabilidad económica en la vejez, reflejo de décadas de trabajo invaluable pero invisible para la seguridad social.
Chile es un país de cuidadoras ignoradas. El cuidado de niños, adultos mayores o personas con discapacidad recae desproporcionadamente en las mujeres, limitando sus oportunidades de empleo formal. Esto crea un círculo vicioso: las mujeres cuidan más, cotizan menos, y por ende reciben pensiones más bajas, reproduciendo la inequidad de género en la vejez.
Reconocer previsionalmente el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es entonces un asunto de justicia social y de género, para que quienes sostienen día a día a sus familias no sean castigadas con pobreza en su etapa más vulnerable.

Datos y cifras oficiales sobre brechas de género en pensiones
Para dimensionar el problema, conviene revisar algunas cifras clave de fuentes oficiales y estudios especializados:
- Carga de cuidados no remunerados: Según un estudio del Ministerio de Hacienda y ComunidadMujer, con el apoyo de CAF – Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe y la colaboración del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en Chile equivale a un 19,2% del PIB ampliado, siendo las mujeres quienes aportan el65,2% de este valor. Además, en promedio las mujeres destinan 02:05 horas más que los hombres al trabajo no remunerado;es decir, las mujeres ocupan 04:57 horas versus los hombres que destinan un tiempo de 02:52 horas según la II Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (II ENUT) 2023. Esto incluye trabajo doméstico, trabajo de cuidados a integrantes del hogar, trabajo voluntario y ayudas a otros hogares. Esta enorme contribución, realizada “ puertas adentro”, no genera por sí misma derechos previsionales.
- Menor cotización y salarios: Según el Informe de Género de la Superintendencia de Pensiones, entre quienes sí logran cotizar, las mujeres tienen una menor densidad de cotizaciones promedio (49,6% de los meses afiliados cotizados, frente a 57,9% en hombres), reflejando trayectorias laborales interrumpidas. Además, sus remuneraciones imponibles son en promedio un 10,6% inferiores a las de los hombres, reduciendo también el monto ahorrado. Estas brechas se traducen en cuentas de capitalización más pequeñas y más lagunas.
- Brecha en pensiones autofinanciadas: El mismo informe reveló que las mujeres reciben en promedio pensiones autofinanciadas un 42,7% más bajas que las de los hombres. Esta diferencia refleja factores propios del mercado laboral (menor participación, salarios y cotizaciones) como también del sistema previsional (tablas de expectativa de vida más longevas para mujeres). Incluso comparando medianas, la brecha llega al 39,8%.
- Mujeres sin pensión contributiva: Un número alarmante de chilenas mayores no alcanza a reunir las cotizaciones mínimas para una pensión contributiva. Según datos de la Superintendencia de Pensiones (SP) de julio de 2025, del total de las nuevas pensionadas a julio (8.433), el 35% (2.945) cotizó menos de 10 años.
- Pensiones básicas y PGU feminizadas: La feminización de la pobreza en la vejez se refleja en que la mayoría de beneficiarias de pensiones asistenciales son mujeres sin ingresos previsionales propios. Aunque las cifras varían en el tiempo, tradicionalmente las mujeres han representado una porción mayoritaria de la Pensión Básica Solidaria de Vejez (hoy reemplazada por la PGU), justamente porque muchas enviudaron o nunca cotizaron.
En síntesis, las brechas de género en pensiones son profundas. Las cuidadoras no remuneradas –amas de casa, madres, campesinas, cuidadoras de adultos dependientes– sufren una doble penalización: primero, al no recibir remuneración ni protección social mientras cuidan; y después, al envejecer en la pobreza por no haber cotizado. De ahí la urgencia de políticas que reconozcan previsionalmente su aporte.
La propuesta de Marco Enríquez-Ominami
El Programa de Gobierno 2025 de Marco Enríquez-Ominami incorpora una propuesta para el reconocimiento previsional a las mujeres dueñas de casa y cuidadoras. Esta medida no se presenta como una política compensatoria ni asistencial, sino como parte de una reforma profunda al sistema de pensiones con perspectiva de género y justicia histórica.

La propuesta reconoce que las mujeres que han dedicado gran parte de su vida al cuidado de otros —criando hijos, sosteniendo hogares, acompañando a personas mayores o dependientes— han realizado un trabajo socialmente indispensable y económicamente valioso, aunque invisibilizado por décadas. Para ellas, Marco propone garantizar que toda mujer que haya contribuido al bienestar familiar y social mediante labores de cuidado o domésticas no remuneradas sea reconocida comotrabajadora socialmente útil y tenga derecho a cotizaciones previsionales financiadas por el Estado.
La propuesta programática plantea:
- Cotización previsional estatal para cuidadoras
- Se creará un “Aporte Previsional por Trabajo de Cuidados” (APTC), financiado con recursos fiscales equivalentes al 10 % de una renta imponible de referencia (entre $400.000 y $500.000 mensuales).
- El aporte será administrado por el Instituto Nacional de Pensiones (INP) dentro del nuevo Sistema Nacional de Pensiones (SNP).
- Beneficiarias: mujeres identificadas en el Registro Nacional de Cuidados (Ministerio de Desarrollo Social) o que acrediten dedicación exclusiva al trabajo doméstico no remunerado.
- Reconocimiento retroactivo de años de cuidado
- Se computarán hasta 5 años de cotizaciones previsionales retroactivas por periodos demostrables de cuidado (hijos, dependientes, adultos mayores o personas con discapacidad).
- Bono de maternidad y cuidado ampliado
- Ampliación del actual Bono por hijo nacido vivo:
- Aumenta de 10 % a 20 % de la cotización base.
- Se extiende a madres adoptivas y a cuidadoras legales.
- Integración al Fondo de Compensación Previsional
- Las mujeres con pensiones bajo el salario mínimo recibirán una compensación progresiva mensual, garantizando una pensión mínima equivalente al 80 % del ingreso mínimo líquido.
- Este fondo beneficiará prioritariamente a las mujeres que nunca cotizaron o cotizaron menos de 15 años.
Propuesta Pensión Cuidadoras
Esta medida forma parte del nuevo sistema previsional solidario impulsado por el programa económico de Nuevo Ciclo Político.
Medida: Incorporación de las cuidadoras al sistema previsional mediante reconocimiento previsional y aportes solidarios al sistema nacional de pensiones.
Costo: US$ 1.200 millones en cuatro años.
Financiamiento aseguradoBrechas de género en pensiones: foco en mujeres sin cotizaciones
Las estadísticas anteriores evidencian la inequidad estructural que enfrenta la mujer en el sistema previsional chileno. Profundicemos en las mujeres sin cotizaciones formales, es decir, aquellas que no pudieron cotizar lo suficiente o nada debido a su rol de cuidadoras:
Cobertura previsional limitada
Solo el 46,7% de las mujeres afiliadas cotiza en el sistema de pensiones según el Informe Previsional Económico “Mujeres: Evolución de la situación laboral y previsional” (marzo 2025) realizado por la Asociación de AFP de Chile. Esto significa que muchas están afiliadas “en papel” pero no logran cotizar regularmente (por desempleo, informalidad o retiro del mercado laboral). La consecuencia es que al momento de pensionarse, una proporción importante no tiene derecho a pensión autofinanciada por no cumplir requisitos de cotización.
La realidad de las “dueñas de casa”
Según la última Encuesta Casen (2022), 35,3% de las mujeres se declaró fuera del mercado laboral por razones de trabajo doméstico y de cuidados. En otras palabras, el sistema de capitalización individual excluye totalmente a quienes trabajaron toda su vida en su casa.
“Bono por hijo”: alcance limitado
Se trató de mitigar esta desigualdad estructural con la Bonificación por Hijo (Ley 20.255 de 2008), que otorga a la madre un abono a su cuenta de capitalización cuando se pensiona por cada hijo. Si bien fue un avance simbólico al reconocer la maternidad, su impacto real es modesto: el bono por hijo equivale a un aporte de entre $300 mil y $800 mil, lo que no compensa ni de lejos los años de cotizaciones perdidos durante la crianza. Además, excluye la labor de cuidado de otros dependientes (no cubre, por ejemplo, a quien dejó de trabajar para cuidar a sus padres ancianos).
En resumen, las mujeres sin cotizaciones (o con cotizaciones mínimas) constituyen un grupo ampliamente desprotegido por el sistema actual. La arquitectura de pensiones basada en la contribución individual falla en dar respuesta a trayectorias de vida dedicadas al trabajo doméstico y de cuidados. Esto no solo es injusto a nivel individual, sino que genera una brecha de género en pensiones enorme. Cerrar esta brecha exige medidas concretas que reconozcan y valoren el aporte de cuidados.

Experiencias internacionales: modelos de reconocimiento de cuidados
Chile no está solo en este desafío. Varios países han implementado mecanismos para reconocer el trabajo de cuidado en sus sistemas previsionales, brindando valiosas lecciones. A continuación, revisamos dos casos ilustrativos:
Uruguay: 1 año de pensión por cada hijo (“Ley Madre” de 2009)
Uruguay es pionero en reconocer la maternidad en las jubilaciones. Desde 2009, su ley previsional permite que todas las madres sumen un año de trabajo ficticio por cada hijo nacido vivo o adoptado, hasta un máximo de 5 años. Adicionalmente, si el hijo tiene discapacidad severa, se añaden 2 años extra (sin límite de hijos en este caso) que incluso pueden compartirse con el padre. ¿El impacto? En menos de una década, más de 30.000 mujeres que no alcanzaban a pensionarse lograron hacerlo gracias a estos años reconocidos, y otras 30.000 mejoraron el monto de sus jubilaciones. En la práctica, La ley Madre permitió sacar de la desprotección a mujeres que habían dedicado su vida a criar hijos (y por ende no tenían los 30 años de aporte requeridos).
Alemania: seguro de cuidados de largo plazo y cotizaciones para cuidadores
Alemania aborda el reconocimiento de cuidados desde otro ángulo: el Seguro de Dependencia (Pflegeversicherung), implementado en 1995. Este es un seguro social obligatorio que financia la atención de largo plazo de personas dependientes, y tiene una característica innovadora: cotiza al fondo de pensiones por quienes cuidan. Si un familiar deja de trabajar para cuidar a un adulto mayor o persona dependiente, el seguro le contabiliza aportes previsionales como si ganara un salario parcial, proporcional al nivel de dependencia de la persona cuidada y al tiempo dedicado. Alemania complementa esto con otros subsidios familiares, como la pensión por crianza de hijos, donde las madres reciben hasta 3 años de cotización por cada hijo, conocidos como Kindererziehungszeiten.
La lección para Chile es que sí existen modelos viables. Uruguay muestra un esquema simple y de amplio alcance para reconocer la crianza; Alemania muestra que se puede financiar cotizaciones de cuidadores a través de seguros sociales específicos. Cualquier adaptación chilena debería considerar nuestra realidad socioeconómica, pero sin perder de vista el objetivo central: compensar el aporte invisible de las cuidadoras, para acercarnos a pensiones dignas y cerrar la brecha de género.
Implicancias económicas y sociales de reconocer años de cuidado
Reconocer previsionalmente los años dedicados a cuidados no remunerados tendría profundas implicancias, tanto económicas como sociales, en Chile:
Reducción de la pobreza y desigualdad en la vejez
La primera y más evidente consecuencia sería mejorar la seguridad económica de las mujeres mayores. Esto aliviaría la feminización de la pobreza en la tercera edad. Desde una perspectiva de género, sería una medida redistributiva: valorizar con recursos concretos (pensionales) el trabajo que históricamente ha recaído sobre las mujeres sin remuneración.
Señal cultural y de justicia de género
Más allá de lo monetario, reconocer el trabajo de cuidado envía un potente mensaje simbólico: la sociedad valora y retribuye el cuidado. Esto contribuiría a elevar el estatus social de roles tradicionalmente menospreciados (“solo es dueña de casa”) y avanzar hacia una mayor corresponsabilidad. Al ser una política pública, involucra a toda la sociedad en sostener los costos del cuidado, en lugar de dejarlos exclusivamente en las mujeres. Es un paso hacia romper estereotipos de género, mostrando que el Estado equipara cuidar a trabajar, porque ambos aportan al bienestar colectivo.
Impacto en la natalidad y las decisiones familiares
Chile enfrenta una crisis de baja fecundidad, con apenas 1,16 hijos por mujer en 2023, la tasa más baja de la historia nacional según el INE (muy por debajo del nivel de reemplazo generacional de 2,1). Las mujeres que son madres ven afectadas sus carreras y futuras pensiones. Reconocer previsionalmente la crianza reduciría ese costo de oportunidad.
Envejecimiento poblacional más sostenible
Junto con la baja natalidad, Chile vive un acelerado envejecimiento poblacional. Ya un 14% de la población tiene 65+ años (era solo 6,6% en 1992), y por cada 100 niños hay 79 adultos mayores. Esto plantea fuertes desafíos para la seguridad social. Reconocer los cuidados puede ayudar en dos vías: primero, evitando que el cuidado recaiga solo en familias exhaustas, lo que a la larga colapsa cuando hay pocos jóvenes por adulto mayor; y segundo, aumentando las pensiones de las cuidadoras, quienes a menudo son las mismas adultas mayores (mujeres que cuidaron y ahora son ancianas pobres). Es decir, se estaría atendiendo a una población vulnerable producto del envejecimiento –las “abuelas cuidadoras”– dándoles protección. Además, al formalizar de algún modo la labor de cuidar (mediante aportes), se puede incluso incentivar la creación de empleos de cuidado remunerados o que más personas estén dispuestas a dedicar tiempo a cuidar sin quedar desprotegidas. En un país que en 2050 será de los más envejecidos de la región (cerca de 1 de cada 3 chilenos mayor de 60 según el documento «Envejecimiento en Chile, evolución y características de las personas mayores” del INE), valorar el cuidado es prepararse para el futuro.

Las implicancias son positivas en el plano social (justicia de género, dignidad en la vejez, cohesión intergeneracional) y con externalidades económicas potencialmente favorables (más natalidad, mejor uso de recursos humanos, reducción de pobreza). Con el diseño correcto, reconocer previsionalmente el cuidado no es un gasto asistencial improductivo, sino una inversión social con retornos en bienestar y equidad.
Fecundidad, envejecimiento y feminización de la pobreza
Este tema de reconocimiento previsional conecta con grandes tendencias demográficas y sociales de Chile, y podría formar parte de una estrategia integral para enfrentarlas:
Baja tasa de fecundidad
Como mencionamos, Chile tiene hoy una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo). Detrás de esta cifra hay múltiples factores (cambio de valores, costos de vivienda, postergación por desarrollo profesional, etc.), pero uno de ellos es la dificultad de conciliar trabajo y familia. Las mujeres asumen que tener un hijo puede significar perder ingresos presentes y futuros, incluidas pensiones. Reconocer previsionalmente a las madres envía una señal de que el Estado comparte el costo de criar a la próxima generación. Si bien por sí solo no revertirá la tendencia, en conjunto con más salas cuna, jornadas flexibles y corresponsabilidad masculina, este reconocimiento podría mitigar la caída de nacimientos al reducir el castigo económico de la maternidad.
Envejecimiento poblacional acelerado
Chile envejece rápido: en 2024, 1 de cada 7 chilenos teníamás de 65 años. Este envejecimiento trae la llamada crisis de los cuidados: más adultos mayores dependientes que necesitan ser cuidados, usualmente por familiares mujeres. Si no se toman medidas, veremos a más mujeres mayores cuidando a ancianos aún mayores, sin apoyo y acumulando desventajas.
Feminización de la pobreza en la vejez
Actualmente, ser mujer, adulta mayor y sin pensión contributiva es casi sinónimo de pobreza. Se habla de triple discriminación: por género, por edad, y por pobreza. Esto no es un tema menor: la calidad de vida de cientos de miles de mujeres está en juego. Al subir sus ingresos previsionales, se espera que menos mujeres mayores caigan bajo la línea de pobreza. Además, dignifica su rol: muchas de esas mujeres pobres en la vejez criaron familias completas, sostuvieron comunidades, pero el sistema económico no les retribuyó.
Corresponsabilidad y cambios culturales:
Finalmente, reconocer previsionalmente los cuidados también puede impulsar un cambio cultural hacia la corresponsabilidad. Al ser visible que el Estado y los empleadores están contabilizando el cuidado, se refuerza la noción de que cuidar es un trabajo que debe ser compartido. Es una pieza dentro de un rompecabezas mayor para transformar la división sexual del trabajo en Chile. Combinado con otras medidas puede contribuir a que hombres y mujeres distribuyan mejor el cuidado, sabiendo que ninguno perderá todos sus derechos por hacerlo.
El reconocimiento previsional del trabajo de cuidado aparece como una política potente, multifacética, que aborda no solo la injusticia previsional inmediata, sino también problemas estructurales de la sociedad chilena: la desigualdad de género, la crisis de cuidados derivada del envejecimiento, la baja fecundidad y la pobreza en la vejez. Los datos avalan su necesidad y las experiencias comparadas muestran su factibilidad. Chile tiene una deuda histórica con sus cuidadoras, y saldarla beneficiará no solo a ellas sino al país en su conjunto.
Un cambio estructural
Marco propone así un cambio estructural y concreto: que el Estado reconozca con años de pensión a quienes sostuvieron la vida de otros sin descanso ni salario. Que la vejez de una mujer no sea la factura impaga de haber amado y cuidado. Para que nunca más el trabajo más necesario del mundo sea lo más precarizado del país.
Con esta medida, el programa no solo repara una deuda histórica, sino que construye un nuevo pacto social. Y ¿Cómo se financia? Puedes conocer el detalle del financiamiento en el Programa Económico de la candidatura de ME-O Presidente.
Así, la verdad de millones de mujeres que han trabajado toda su vida sin que el sistema las vea, se convierte en cambio.


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